De la construcción de personajes y sus estereotipos

No sé por qué será, ni si es algo que le pasa a todo el mundo, pero muchas de las conversaciones más interesantes que he tenido sucedieron en el subte. Tal vez sea por intentar abstraerse de aquel señor de piel sudorosa y ojos lejanos que acerca su ingle peligrosamente a tu muslo. Quizás sea porque el ruido del subte tapa la mitad de las cosas que se dicen y, así, cada interlocutor vive su propia y satisfactoria conversación. En cualquiera de los casos es un momento bastante onanista.

El tema surgió después de haber visto la última entrega de la nueva franquicia de Viaje a las estrellas, Star trek Beyond. Esta película presenta a la familia de Hikaru Sulu, el piloto de la Enterprise. Luego de un tiempo en el espacio, la nave toca puerto y al señor Sulu lo espera su novio (o esposo, no lo aclaran) y un hijo.

Este giro de guion viene a ser no solo un merecido homenaje al espíritu de la serie original, que desde siempre tuvo un carácter integrador en cuanto a diversidad cultural (fue en esta serie donde, por vez primera en la televisión estadounidense, hubo un beso interracial, el de Uhura y Kirk), sino también a la actitud militante de George Takei en favor de los derechos homosexuales.

Acá quiero aclarar un punto que genera confusión. Esta palabra se refiere a la “homogeneidad sexual”: abarca tanto hombre como mujeres. “Homo” viene de una vieja palabra griega que significa “igual”, no “Hombre”.

En fin, la cosa es que el Sr. Sulu llega a puerto y saluda a su amor tan fríamente que uno queda pasmado. Digo, cualquiera que haya estado separado de su pareja durante más de un mes sabe cómo son esos reencuentros, esos abrazos y esos besos. Entonces, nos acordamos con mi amigo de una historieta (y sí, la mayor parte del tiempo estamos pensando en eso, o leyendo historietas, o dibujándolas), una que es parte del relanzamiento del universo de DC Comics, perteneciente a Los nuevos 52.

En esta movida publicitaria todos los personajes de la editorial se remozaban para que tuvieran una actitud más “copada”, más “en la onda”. En esta compulsión de reelaborar lo viejo y no dar lugar a cosas realmente nuevas, nacidas honestamente en estos tiempos que corren, uno de los personajes de la edad de oro, Alan Scott (el primer Linterna Verde), también fue reinventado. Esta vez, además de un cambio en el traje (ahora sin capa, porque todos sabemos que después de Los Increíbles, de Pixar, usar capa en el gremio de los superhéroes está mal visto… cosas que pasan), tiene otra orientación sexual: en las primeras viñetas, aparece con su novio.

Todo muy feliz, muy progre e inclusivo, salvo por un detalle… a las pocas páginas, la pareja del cruzado escarlata estalla por los aires junto con el avión en el que estaba. “Claro que podemos incluir un personaje homosexual en nuestras revistas, pero será mejor que no tenga la oportunidad de ejercer, no sea cosa de andar mostrando cosas chocantes”, parecía ser el mensaje de la editorial, al menos en sus historietas de primera línea.

Mientras intentábamos seguir respirando en la abarrotada línea D de las 17 hs (cosa harto difícil para dos personas que no superan el metro setenta), seguimos haciendo memoria. Empezamos a notar la diferencia en la exposición en cuanto a la sexualidad entre dos mujeres con respecto a la de una pareja de varones. Obvio que nadie va a poner una objeción para mostrar en cámara a dos chicas (siempre “lindas”, jóvenes y flacas) besándose. Porque, después de todo y sin importar cómo quieran presentarlo, la mujer vende sexo en el 90% de los casos.

Al llegar a la estación “Facultad de Medicina”, hicimos fuerza para no ser arrastrados fuera del vagón mientras una horda de futuros médicos descendían -viviendo un momento tan emotivo como cuando Tom Hanks pierde a Wilson en el mar-. Logramos quedar juntos dentro del vagón y de El náufrago saltamos a la naturaleza, de la naturaleza a la América precolombina y de ahí a la fantasía del buen salvaje. Esta idea era, básicamente, intentar encontrar un edén precristiano, socialista... una utopía socialista en las civilizaciones precolombinas. Cualquier cosa antes de verlos como personas y culturas iguales a la nuestra. Con sus mierdas y virtudes.

Algo así está pasando ahora con la inclusión (porque no es integración aún) de las minorías en los productos culturales masivos. Así, el negro es “el negro” y el homosexual tiene su papel de “homosexual”, con su predeterminada carga de clichés que los hace inofensivos y fácilmente asimilables a los estándares actuales. Así, todos estamos contentos porque somos superinclusivos. Lo más chistoso de todo, por decirlo de alguna manera, es que el sexo u orientación sexual de los personajes raramente son relevantes para contar una historia.

El caso que me viene más rápidamente a la memoria es Ripley, de Alien. La teniente Ripley, originalmente pensado como el teniente Ripley… ¿Existía alguna fuerza definitiva que obligara a que el personaje fuese masculino? No, sólo la costumbre, el encasillar diferentes funciones a diferentes sexos. Pero, lógicamente, nada. Hice el mismo experimento -en una escala mucho menor- al momento de dibujar los Davinchitos. Una vez terminado el guion, intercambiaba sexos y preferencias amatorias de los personajes aleatoriamente ¿Y saben lo que pasó? Nada.

No existen habilidades, ni formas de pensar, ni gustos, ni humor, ni nada que sean privativos de un sexo o de alguna preferencia. Sí existe la tendencia ancestral de ver todo a través de los ojos de un hombre caucásico occidental (eurocentrista) y heterosexual, y tapar todo lo demás. ¿Y sabés qué? Si estás leyendo esto, lo más probable es que no seas un  “hombre caucásico, occidental (eurocentrista) y heterosexual”. Lo más probable -y lo que más deseo- es que seas una persona, una combinación ecléctica de un montón de cosas. Y lo que deberíamos esperar y exigir ver sería el reflejo de eso.

Y si estás pensando en crear un relato, intentá no repetir los casilleros estancos del pasado. Sé que puede costar, porque son años y años machacando con lo mismo. Pero pensá que las características que pienses que puedan limitar a tus personajes (gorda/o, puta/o, negra/o, enana/o, sudaka, flaca/o, maricón/a, pelada/o), puedan ser las características que terminen limitándote a vos.

Etiquetas: La columna de El Santa

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