Las cinco mejores películas de astronautas
La Biblioteca del Fin del Mundo - 10º Capítulo
Podés ver el 9º capítulo de la Biblioteca del Fin del Mundo en este LINK.
¿Cuáles son los mejores libros, cómics y películas de la historia? En esta serie creada por El Santa (santaplix_el_santa), un muchacho escapa con su carpincho (sí, leíste bien) a través de un mundo posapocalíptico mientras hace la lista de textos a salvar en su... ¡Biblioteca del Fin del Mundo!
"Alguien cínico podría decir que la riqueza es capaz de abrir cualquier tipo de puerta y comprar hasta las voluntades más rectas. Pero Mahapu ve las cosas desde un punto de vista diferente" - Machuca.
Cuando Mahapu donó el botín que había rescatado de la torre, hubo un estallido de vítores, abrazos y llantos de emoción. Los miembros de la junta gobernante hablaron atropellando unos las palabras de otros. La rodearon pensando en voz alta qué destino podría tener aquel tesoro: caminos, un dique, molinos, etc. Proyectos que mejorarían la vida en Carampí y que, de otro modo, hubiesen tardado años en concretarse. Machuca miraba toda la escena desde un costado y notó en el rostro de su compañera un brillo similar a la emoción de la batalla.
Esa noche se ofreció un banquete en honor a los benefactores del pueblo. Las antorchas que ardieron en cada esquina le dieron a Carampí un resplandor naranja que llegó a verse a varios kilómetros de distancia. La carne, la fruta y el pan no dejaron de colmar las fuentes de barro y jade. Y aunque los festejos continuaron pasada la media noche, el dúo agasajado se retiró antes de que se abriera la cuarta tinaja de vino. Necesitaban planear la jornada por venir, descansar el cuerpo y preparar la mente para una despedida. Un triunfo agridulce sería el mejor resultado posible para un plan apresurado.
Antes de que Mahapu y Machuca abandonaran el estudio de Calica, ella realizó los cálculos necesarios para efectuar correctamente el salto. Solo sabiendo el lugar preciso y el tiempo exacto, el muchacho podría activar el translocador de modo tal que lo regresara al punto de partida. Allí donde Godsila había quedado perdido. Esta información, más que un acto de cortesía, fue parte del trato final que la celebrada matemática cerró con Machuca: “Cuando todo esto acabe, si es que no todo acaba. Volvé para contarme todo lo que viviste".
La ladrona y el niño envejecido amanecieron antes que el pueblo. Las semanas que pasaron juntos podían contarse con los dedos de las manos y a pesar de ello el final de este camino compartido pesaba más de lo que ambos esperaban. La relatividad del tiempo quedaba expuesta en aquella silenciosa caminata hacia los establos. Allí un par de mozos les dieron un dos de trajes de cuero y bronce. Mahapu se colocó el suyo casi sin ayuda y con la elegancia que da la práctica. Machuca fue el opuesto exacto de su compañera. Uno de los mozos, también enfundado en cuero y bronce, se acercó con dos plantas de “Amanecidas”, pequeñas flores blancas. Las depositó en los tubos de vidrio que los trajes llevaban en la espalda. El peso de la tierra y la planta activó ciertos mecanismos y un pinchazo en la base del cuello incomodó a los viajeros. Este último detalle fue claro indicio para Machuca, en breve ese traje lo libraría de alguna muerte segura y dolorosa, se sintió como otros tantos aventureros que debieron aferrarse a sus trajes para seguir con vida:
Gravedad (2013)
Pocas veces se hizo tan palpable la vastedad del espacio y la fragilidad de las condiciones de los exploradores espaciales
Interestelar (2014)
Sin duda la película más romántica de la lista. Un moderno Odiseo y su viaje de regreso a casa.
Salyut 7: héroes en el espacio (2017)
Basada en hechos reales. Otra película donde lo que más asombra es la precariedad de las condiciones en los viajes espaciales.
Misión Rescate (2015)
De las aventuras espaciales más nerdas que existen. Un hombre y su ingenio sacan el mayo provecho a la poca tecnología que tiene a mano para mantenerse vivo.
Ad Astra (2019)
Aquí tal vez encuentres uno de los mejores comienzos de las películas de astronautas. Además, hay un tiroteo en la luna.
Como dos nuevas entidades biomecánicas, Machuca y Mahapu atravesaron un campo yermo. Sus monturas esperaban junto a un palenque mientras estiraban las alas para recibir los tibios rayos del sol que coloreaban la mañana.
Los Agar-garú agitaron sus alas y abandonaron el suelo. Sobre sus lomos Mahapu y Machuca, protegidos por las flores que llevaban en la espalda. Gracias a ellas se mantenían a salvo de la diferencia en la constante de tiempo entre ellos y las bestias. Viajaron veloces. Dibujaron una línea recta sobre las sierras verdes aterciopeladas. El punto para el salto estaba a varios kilómetros de distancia, pero antes de llegar necesitaban un elemento extra para compensar la ecuación de Cálica. De no estar urgidos por el tiempo, podrían haber encontrado una manera más segura de hacerlo.
Ella hizo un gesto y ambos jinetes descendieron hasta quedar a unos pocos metros sobre el suelo. En un instante alcanzaron a una manada de animales tan grandes como un toro, con la piel lisa y una especie de cornamenta que se extendía sobre el lomo. Mahapu tomó su lanza y se puso de pie sobre el lomo del Agar-garú. Sus piernas musculosas absorbían el movimiento del aleteo. Los brazos y el torso fueron la plataforma estable necesaria para lanzar el proyectil. Machuca preparó una cuerda. Uno de los extremos estaba atado a la montura. En el otro formaba un lazo. La lanza alcanzó el cuello de uno de los animales. Este se desplomó antes de terminar el último paso que había dado. El lazo aprisionó las patas del cadáver y sin mucho esfuerzo la bestia alada remontó la nueva carga. La primera parte del plan había concluido.
“La segunda parte del plan es más simple. Como pescar en un estanque. Vos lo único que vas a tener que hacer es sostener la carnada, ¿Qué te parece?” Dijo ella la noche anterior. Estas palabras recordaba Machuca cuando volaba delante de una gigantesca bestia. Alta como una torre de quince pisos. Tres lóbulos brillantes enclavados entre los ojos y las estalagmitas que crecías sobre la cabeza. Brazos como espigas que se dividían en tres dedos sin la necesidad de una palma. Piernas cortas que avanzaban un centenar de metros a cada paso. Él debía volar frente a esa cosa para que lo persiguiera al intentar devorar el cadáver que llevaba colgando. Mahapu, mucho más arriba, volaba en círculos celebrando el éxito de su plan mientras consultaba un mapa para se asegurarse de estar yendo en la dirección correcta. Aunque estaba seguro de que ella no podía escucharlo, no ahorraba insultos y maldiciones al descabellado plan de su compañera.
Mientras avanzaban, las flores nacían y morían en un ciclo acelerado dentro de los trajes. Dejaban una estela de pétalos blancos detrás de la grotesca caravana.
Mahapu hizo un gesto. Estaban cerca del punto para el salto. Machuca debía preparar el Translocador. Era preciso agregar en el centro del aparato un aceite con limadura de diferentes metales y recolocar los anillos de forma tal que las marcas indicasen las coordenadas correctas. Para terminar, debía engancharlo a una cuerda de nueve metros de largo.
Este proceso desvió la atención que Machuca empeñaba para guiar a su Agar-garú. Fue entonces que el animal pasó a ser guiado por sus instintos. Comenzó corcovear en el aire tratando de librarse de la carga que llevaba para poder escapar de la bestia que lo acechaba.
Tristemente, esto redujo la distancia entre ambos seres. Hecho que se hizo carne en el golpe colosal que una garra de tres dedos propinó al jinete y su montura. Mahapu al ver lo que sucedía, arremetió contra la enorme bestia. En simultaneo, Machuca colgando precariamente, se esforzaba por no caer. Con una mano se sostenía de la silla de montar, con la otra sujetaba el trasnlocador. Aunque pudiera sobrevivir a la caída, pensaba, si el traje llegaba a fallar la exposición a tres animales con constantes temporales diferentes acabaría con él en cuestión de segundos. Unos metros más abajo, el cadáver era un péndulo enloquecido. La bestia levantó su brazo espiga para dar un segundo golpe. Esta vez no fallaría. Mahapu saltó de su montura para lanzarse sobre la garra de la bestia y la apuñaló tantas veces como le fue posible. Apenas una distracción que sirvió para detener el golpe. Machuca supo que no podría sostenerse por mucho más tiempo la situación. Escuchó crujir en su espalda el receptáculo de la planta. El aleteo enloquecido de su Agar-garú le estaba desgarrando el hombro.
Necesitaban de aquel colosal animale en el área para realizar el salto. Su presencia era la compensación espacio temporal que las ecuaciones de Cálica requerían. Machuca se dejó caer. Mahapu saltó hacia el cuerpo de la bestia. Su cuchillo curvo se enterró en la carne. Mahapu mientras caía, comenzó a girar el translocador dibujando una circunferencia que lo tenía por centro. La bestia se inclinó buscando al molesto insecto que lo aguijoneaba. Aunque el nombre correcto es Translocador, comúnmente se lo llama “Panal guía de tres mundos” debido al zumbido que produce al hacerlo girar. Mahapu colgando de su cuchillo enterrado en un costado de la bestia, vio al joven envejecido como un borrón a la distancia. Machuca estaba a 20 metros de altura y cayendo. Un aro incandescente comenzó a rodearlo. El zumbido crecía. 10 metros de altura. Mahapu esquivó otro manotazo de la bestia. Era como una lagartija moviéndose alrededor del tronco de un árbol. Un destello devoró a Machuca. El muchacho desapareció. Silencio. Desde lo alto se desplomó el cadáver que el Agar-Garú llevaba colgando. Ambas monturas habían escapado. La bestia se olvidó de Mahapu y comenzó a devorar su demorado festín. Ella, bañada en sangre, llegó al suelo en tres grandes saltos. "Se fue", dijo.
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