Las cinco mejores películas de cíborgs
La Biblioteca del Fin del Mundo - 11º Capítulo
Podés ver el 10º capítulo de la Biblioteca del Fin del Mundo en este LINK.
¿Cuáles son los mejores libros, cómics y películas de la historia? En esta serie creada por El Santa (santaplix_el_santa), un muchacho escapa con su carpincho (sí, leíste bien) a través de un mundo posapocalíptico mientras hace la lista de textos a salvar en su... ¡Biblioteca del Fin del Mundo!
La bestia devoró la carnada que lo había guiado hasta ese paraje en el tiempo que le toma una mosca remontar el vuelo. Mahapu miraba el punto en el espacio donde unos segundos antes su breve compañero había desaparecido. Quedaba suspendido en el aire un óvalo brillante que menguaba y parecía caer como una hoja seca segundo a segundo. Fue entonces que sus reflejos le arrebataron el cuerpo y la obligaron a tensar sus músculos para saltar y rodar. La boca circular, plagada de apéndices dentados, le rasparon la escafandra de barro cocido que la mantenía a salvo de la diferencia temporal. Ahora ella era el objetivo del gigantesco depredador. “Las flores blancas no durarán para siempre”, pensó. Ya consciente de sus acciones, buscó su lanza. A pesar de lo pequeños que eran los ojos de su traje, la encontró cerca, en un lodazal de sangre y baba. Corrió a por ella.
Así como popularmente al translocador se lo conoce como “panal (guía de tres mundos)”, la mayoría cree que su inventor fue Amán-Chep. Pero, en realidad, quien inventó semejante artilugio fue Quipil Juchén. La genialidad y el arrojo fueron una mala combinación para este hombre de ciencias. Una vez tuvo listo el aparato lo probó. La tragedia lo encontró en su momento de mayor gloria cuando al otro lado del salto fue a materializarse dentro de una roca. Amán ignorante de todo aquello, pocos meses después de la desaparición de su colega, fue a consultarle por unas ecuaciones indomables que lo tenían inapetente. Encontró el laboratorio vacío, congelado en el minuto anterior al salto, con los planos del aparato desplegado sobre la mesa, con la crónica de todo el proceso relatada en varias libretas. Las anotaciones finales prometían: “Estoy listo para hacer el salto, la eternidad y la gloria me esperan”.
Amán-Chep, quien era un hombre menos brillante, pero mucho más inteligente, se paró sobre los hombres de aquella increíble pieza de ingeniería y le agregó la fase del rebote.
Cuando Machuca atravesó el portal que lo llevaría de vuelta a casa, sintió exactamente lo que se siente al saltar de un mundo a otro. Pero para él fue totalmente nuevo. Aterrador. Después de un destello vio la ruta y el auto cargado con el germen de lo que sería su biblioteca. Todo parecía estar detrás de una bruma azulada. Por como se acercaban las cosas entendía que estaba cayendo, pero no podía sentir ninguno de los efectos que aplica la aceleración sobre el cuerpo. Una mano con ocho dedos lo atravesó como si fuese un fantasma. Por reflejo tiró de la cuerda, como le había explicado Cálica. La fase de rebote se activó y el portal lo arrastró nuevamente al otro lado.
Agarrando la lanza con ambas manos, Mahapu se plantó frente a la bestia mientras esta doblaba su cuerpo segmentado. Quedó cara a cara con la ladrona, las cuatro patas sobre el suelo. Ya no tenía hambre, pero estaba lista para jugar con el pequeño ser que la había aguijoneado. El portal destelló justo cuando estaba por desvanecerse. Esto rompió el duelo de miradas que se presentaba como antesala de una carnicería. Machuca reapareció aun sujetando la soga. Vio a la bestia lista para atacar. Aterrizó sin gracia. Corrió trastabillando hasta su compañera. Ni Mahapu, ni la bestia reaccionaron. La agarró del brazo y volvió a tirar de la cuerda. Ambos fueron succionados por el portal. Este se cerró una vez lo atravesaron. Un zarpazo de la bestia fue el punto final de aquel encuentro.
Machuca y el translocador golpearon el asfalto: la simple materialidad de aquellos cuerpos no daba pistas de las maravillas que podían lograr. Mahapu era como un yaguareté. Aterrizó un poco desorientada, pero con el cuerpo agazapado, su lanza firme y lista para estallar en un ataque como un poderoso resorte de músculos, plata y huesos.
El joven viajero relajó los dedos para liberar la cuerda que comandaba las funciones del translocador. Destrabó a tientas los seguros que fijaban su escafandra a la pechera del traje. Giró la cabeza al escuchar un quejido y ver una mano de ocho dedos volando ante sus ojos. Siguió el reguero de sangre y vio a Mahapu luchando con un ser imposible, mezcla de cuatro personas y un animal que no alcanzaba a reconocer. “Uno de los tantos seres contrahechos que habrá generado la superposición de las esferas”, pensó el muchacho mientras busca el mazo atado en su espalda. Antes de que pudiera acercarse, el ser superpuesto lanzó a Mahapu contra el auto. Los vidrios estallaron. La escafandra se deshace como un rompecabezas y al momento lo impensado: la guerrera, la ladrona de mil fortalezas, grita. La masa deforme que la atacó brama y se desplaza con torpeza para recuperar la mano cercenada. Quién sabe cómo funcionará la mente colectiva de aquel ente condenado. Machuca se olvida de todo, corre para ayudar a su amiga. Ella está vibrando, tirada junto a la puerta abollada del pequeño auto. Desesperado, el muchacho se manchó con la sangre que debía estar debajo de la piel. El amasijo de hombres y bestia fue a por ellos, blandiendo la mano muerta. Avanzó con tres piernas y una pata. Dos de sus brazos colgaban sin sentido a los costados del cuerpo, junto a una de las cabezas que asomaba entre las numerosas costillas. En ella había ojos perdidos que no parecen estar mirando nada.
Machuca se hizo uno con su arma, encrespó la espalda y afirma los pies en el terreno. Ataca. Los gritos de Mahapu le llenan la cabeza. Frena uno de los golpes del monstruo con su mazo. La mano se transforma en una bolsa de sangre y huesos. Más gritos. Un ojo lo mira desde el vientre de la bestia. Un momento de duda. Otra mano lo agarra por el cuello. Esta tiene cuatro dedos enfrentados. Una pinza perfecta. Pero ya no hay gritos. Mahapu está en silencio. Ve por el rabillo del ojo una forma metálica, robusta, de contornos filosos sobre ella. Esta figura con reflejos rojos se incorpora. Levanta un brazo. Un disparo impacta en el hombre del ser que lo asfixia. Este lo suelta. Machuca cae. Lo primero que hace es reptar en dirección a Mahapu. Los pies metálicos corren hacia el monstruo. En lo alto del cuerpo, mientras se aleja, ve una cabellera castaña. “Un cíborg” piensa:
Robocop (1987)
Una ciudad hundida en la desesperación, la violencia, las drogas y el consumismo, una corporación inescrupulosa y un Sheriff mecánico dispuesto a partirle la mandarina en gajos a los malhechores. Esta es una de esas películas que se pueden ver decenas de veces y en cada oportunidad encontrar algo nuevo en ella.
Justice League de Zack Snyder (2021)
Esta película pretende ser más grande que la vida misma y el cíborg que nos presenta es el organismo cibernético por antonomasia. No solo es un humano mejorado por la tecnología. Es un humano mejorado con tecnología alienígena que bordea la magia, como diría Arthur C. Clarke.
Upgrade (2018)
Película pequeña, sencilla, pero terriblemente potente. La eterna historia de venganza a través de la violencia desmedida pero satisfactoria. El héroe en esta oportunidad es la expresión mínima posible de un cíborg. Una joyita escondida.
Star Trek: primer contacto (1996)
Una de las mejores entregas cinematográficas del universo Star trek. Los antagonistas en esta historia son los Borgs. Una especie/sociedad/entidad colectiva que define por sus componentes tecnológicos. Cientos de seres vivos a lo largo de la galaxia son secuestrados, y convertidos en Borgs. “Resistirse es fútil”.
Ghost in the Shell (1995)
Poner esta película en cualquier lista es injusto para todas las demás. Una animación insuperable, personajes icónicos, un guion reflexivo y poético con estallidos de violencia estilizada. Si tienen la oportunidad conozcan a la Mayor Motoko Kusanagi.
Cuando llegó adonde estaba Mahapu, Machuca ve con alivio que ya no vibra. Respira calmadamente. Se ve agotada, sabe que cualquier otra persona estaría desmayada. Nota una tira metálica alrededor del cuello. Como un collar labrado, con tres luces grandes, como un grano de arroz. La besa en la frente, la abraza. Ella retribuye su abrazo con el mismo gesto. Machuca gira la cabeza. Ve al Cíborg desmembrar al monstruo. La luz, que al llegar era naranja, había dado paso al azul opaco de la noche recién aparecida. Ve la escena como siluetas. Los miembros de carne convulsionan una última vez. Algunos unidos al cuerpo central. Otros a un par de metros. Ve el cuerpo metálico mientras se encorva sobre el cadáver. “¿Qué hace?”.
La máquina se acerca. Gana definición y detalle. Es un cuerpo aparatoso, pesado y a pesar de ello no hace ruido al moverse. Le recuerda a las primeras locomotoras. En la mano derecha sostiene lo que parece ser una pistola. No la empuña, solo la sostiene. Es una buena señal, quiere creer Machuca.
“Casi no la contamos, ¿eh? Decí que llegué justo. ¿Tenés el translocador?”. En lo alto de la estructura estaba la cabeza de Godzilla con el hocico manchado de rojo.
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