Las cinco mejores películas de Terror
La Biblioteca del Fin del Mundo - 2º Capítulo
Podés ver el primer capítulo de la Biblioteca del Fin del Mundo en este LINK.
¿Cuáles son los mejores libros, cómics y películas de la historia? En esta serie creada por El Santa (santaplix_el_santa), un muchacho escapa con su carpincho (sí, leíste bien) a través de un mundo posapocalíptico mientras hace la lista de textos a salvar en su... ¡Biblioteca del Fin del Mundo!
El olor a nafta cruda no se limitaba al área de los surtidores. También llenaba esa mezcla de kiosco, restaurante, puesto de revistas y juguetería que son las grandes estaciones de servicio, de esas que cada tanto aparecen en la ruta. El carpincho también entró al local. “Tengo que ponerle un nombre”, pensó Machuca. “Aunque ¿para qué sirve un nombre si no hay nadie más a quien referirse? El carpincho sabe quién es él y quien soy yo. Y lo mismo conmigo: ¿para qué los nombres?” En estas idas y vueltas estaba Machuca mientras recorría las góndolas eligiendo galletitas y escuchaba los pasos de su compañero paseando por otros pasillos, más cerca de la barra de comida “fresca”. Una semana sin electricidad y todo lo que no estuviese en latas, envasado al vacío o con niveles casi tóxicos de azúcar estaba descompuesto. Claro que la verdura un poco pasada no era nada despreciable para un joven ejemplar de los roedores más grandes del planeta.
Un estallido de bandejas plásticas cubiertos y vasos de papel sobresaltaron a Machuca. Dejó caer la pepa que estaba por disfrutar y estiró el cuello hasta ver el pelaje hirsuto y pardo curvándose sobre la comida que acababa de tirar, como un Godzilla sobre una central de energía atómica. Lo que se dice una amenaza implacable… No pudo seguir evitando lo obvio y se quitó la capucha para ampliar su campo de visión. No había nadie. Ningún empleado, dueño o refugiado salió para ver qué había sido ese estruendo. Desde que salió de su pueblo no se había cruzado con nadie. Bien podía ser la última persona sobre la tierra. Esa idea lo agarró por los tobillos y subió por las piernas y la espalda con siete patas filosas que hicieron sacudir sus hombros. Podía estar totalmente solo en el mundo.
Mientras “Godzilla” devoraba su planta de energía nuclear con algunas moscas sobrevolando su morro, fue hasta el mostrador, donde había una caja registradora y un par de revistas. En la esquina había un televisor colgando y, junto a la silla del empleado, un bolso lleno de películas. “¿DVDs?”. Se agachó y, al hacerlo, pensó que le faltaba una escobilla para quitar el polvo adherido a los fósiles. Antes de poder examinar el contenido del bolso, un quejido indescifrable se arrastró desde más allá de las puertas naranjas que llevaban al depósito. Luego, otra vez. Machuca deseó ser la última persona sobre la tierra. El tercer quejido se arrastró por las paredes hasta madurar en una palabra: “Noooooooo”.
“Hola, hola ¿Está bien?” Un ojo, lento, muy lento. Después, el otro. Negros, con forma de almendra, ambos se asomaron al oscuro depósito. Afuera, el sol del mediodía quemaba y todo se volvía amarillo y arena, pero, pasando esas puertas naranjas -esas cortinas de hule transparente, cortadas en anchos flecos superpuestos-, la historia era muy diferente. Penumbras y aire fresco, con cajas y bultos combinados como en un mal juego de Tetris. Y en un rincón, encerrado en una espontánea celda formada por una estantería caída y sellada con el peso de decenas de bidones de 20 litros de jugo de naranja, podían verse los ojos desencajados de un hombre. Se presentaron usando la desconfianza como lengua común. No se dijeron los nombres. De alguna manera, las acciones desde el apagón servían para retratar a una persona y, por el momento, no había tanto que contar. El prisionero hizo una pausa sin ceder la palabra. Parecía estar sopesando las consecuencias de lo próximo que diría. Y dijo: “hace dos días, de tardecita, cuando estaba cerrando todo, en el horizonte, lejos -bien lejos-, vi cuatro siluetas negras y altas, como de diez metros. Encorvadas, bamboleándose, como con el viento: parecía que caminaban. Las miré mientras se hacía de noche. Después, no las vi más. Vine para acá cuando la tierra empezó a temblar. Estaba buscando la linterna y todo se me cayó encima”.
Machuca dio un paso para levantarse y fue hasta donde estaban los cubiertos. El carpincho seguía hociqueando la comida. Volvió con el prisionero llevando un cuchillo: “voy a sacarle los tornillos a estos estantes para que puedas salir, no te preocupes”. Con los ojos acostumbrados a la penumbra, pudo ver que el prisionero intentaba esconder un machete. Los dedos se movían inquietos sobre el mango, como formando una ola que terminaba y volvía a empezar. Machuca pensó qué hacer mientras sentía el cuchillo que había traído, con la punta de metal romo y un ridículo tramo dentado en el lado más curvo. Sobraban los nombres, era un machete contra un cuchillo. Y, aun así, no podía dejar que el prisionero muriera de hambre. En un arrebato, levantó el cuchillo y empezó a apuñalar los bidones de jugo. El prisionero descargó un rosario de malas palabras. El machete sonaba como una campana mal formada contra la estantería de lata. Machuca resbaló. El prisionero empezó a moverse, los bidones perdían peso al tiempo que se desangraban. Pronto estaría libre. Machucha se incorporó, salió corriendo, agarró el bolso de películas e hizo que el carpincho lo siguiera hasta el auto.
De la colección de películas de terror que contenía el bolso, Machuca conservó cinco:
El exorcista (1973)
Otra hija del nuevo cine que revolucionó Hollywood en la década de los 70. Esta película tiene el doble beneficio de ser interesante antes y después de desatarse el terror sobre el espectador.
Aterrados (2017)
Si una de las patas fundamentales para que el terror funcione es que se sienta cercano, esta película lleva todas las de ganar. Se ciñe perfectamente a las reglas del género, sin perder su identidad geolocalizada.
Mártires (2008)
Lo que películas como Hostel intentan hacer y fallan al quedarse en una simple exposición del gore, esta historia lo logra. Todo es un escalar constante: la angustia, la violencia..., pero también la carga emocional, la locura y el sadismo. No es algo para ver mientras se toma el té.
Hereditary (2018)
No por nada muchos compararon esta película con El exorcista. No solo es interesante de cabo a rabo, sino que también hace que el terror comience mucho antes que el horror.
El conjuro (2013)
Porque es la actualización de la siempre bienvenida historia de casas malditas. Porque se basa en un hecho real que se ha llevado a la pantalla grande en varias oportunidades, demostrando lo mal que se puede hacer. Y porque inaugura toda una serie de películas y nos presenta a Los Warren. Una especie de Indiana Jones del horror.
Esa tarde, Machuca detuvo el auto y se sentó en la ruta para dejar que el olor químico a naranja se disipara un poco. Puso las cajas de los DVDs seleccionados sobre el asfalto y pensó en el prisionero (evidentemente, fanático del cine de terror). “¿Qué tan solo tenés que estar en el mundo para quedarte ahí donde trabajás, en una estación de servicio, cuando todo empieza a terminar? ¿Qué tan cuerdo tenés que estar?”. Machuca pensó, además, que de no volver la electricidad, de no encontrar un generador, iba a tener que transcribir esas historias de horror y hacerlas cuentos. Sentado ahí, vio su sombra alargarse. El sol se iba metiendo en el horizonte. Se acordó de los ojos y las palabras del prisionero, pero, por las dudas, no giró la cabeza.
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