Los cinco mejores relatos de Borges

La Biblioteca del Fin del Mundo - Capítulo final

Podés ver el 16º capítulo de la Biblioteca del Fin del Mundo en este LINK.

¿Cuáles son los mejores libros, cómics y películas de la historia? En esta serie creada por El Santa (santaplix_el_santa), un muchacho escapa con su carpincho (sí, leíste bien) a través de un mundo posapocalíptico mientras hace la lista de textos a salvar en su... ¡Biblioteca del Fin del Mundo!

La montaña llevaba en su interior, desde hacía meses, el pulsar ejecutor de un apocalipsis que haría colapsar una sobre otra a las tres esferas.

Un hombre pequeño junto a su pequeño grupo de trabajo había iniciado un experimento que pretendía desentrañar la naturaleza última del componente básico del universo. Aquella partícula que cambia sus atributos al ser observada desde diferentes puntos de vista. Casi un año después del inicio de los experimentos, este puñado de personas no eran otra cosa más que cadáveres desordenados, suplicantes algunos, algunos resignados. A estos cuerpos hinchados y fríos se los encontraba sin aviso previo entre las gigantescas estructuras tubulares que daban forma al laboratorio devenido en mausoleo.

Al aparecer dentro de aquella tumba, Arami, Machuca y Mahapu quedaron atónitos, pero El Tege se sintió devastado. Todos muertos. Este panorama elimina la opción A de su misión.

Al muchacho envejecido, quien había mantenido la moral del grupo con sus historias. A la guerrera, a quien había aprendido a respetar, la misma que no dudo en decapitar a un ejército entero con tal de mantenerlos a salvo. A Arami la figura fantástica, la mujer que lo había perdido todo por una causa que desconocía. La que finalmente los condujo hasta este su destino. A todos ellos, El Tege, ahora tenía que traicionar.

No había tiempo que perder. Empezó a vociferar órdenes a sus compañeros. Mahapu y Machuca a regular a reemplazar las baterías de condensación y abrir por completo las válvulas de giro. Deben prepararse para el destello más grande de todos. Arami en una de las estaciones de monitoreo preparada para anular los sistemas de seguridad e ir enumerando los códigos de transferencia. El Tege debajo de una pantalla que mostraba una cuenta regresiva. El cíborg desde su pecho hizo brotar un artefacto que fue desplegándose como una especie de origami hasta alcanzar el tablero de control.

-¡Arami, los códigos que vayan apareciendo en tu pantalla!- el carpincho llenó el lugar con su voz metálica. La urgencia en el tono del cíborg crispó los músculos de la espalda de la pelirroja.

-W34JK-F, 33R_D96, 624FG-O9- La cuenta regresiva se acercaba a cero. Esta vez la voz del carpincho rebotó entre las paredes cóncavas hasta llegar a Machuca y Mahapu.

-¿Las baterías y las válvulas? 

-Ya casi. Una sola válvula y estamos.- Contestó el muchacho. En el reloj solo quedaban veinte segundos. Arami segue recitando nuevos códigos. El Tege modifica sus cálculos en consecuencia. “Listo”, gritó Mahapu. Diez segundos en el reloj. 

-Arami, cuando te diga bajá ese interruptor.- 5 segundos. El carpincho hizo los últimos ajustes. “Ahora”, gritó. Un chillido, silencio. Y una nueva cuenta regresiva en la pantalla, dos minutos.

El Tege dejó de controlar las pantallas y dio media vuelta para enfrentar a sus compañeros que ya reunidos esperaban las explicaciones del caso, y con suerte algún tipo de festejo. -No era la primera opción. Teníamos la esperanza de encontrar a alguien vivo que pudiera ayudarnos. Sin información extra no pude hacer mucho más. Antes de ir a buscarte- lo señaló a Machuca- Ensayamos cientos de posibles soluciones en nuestras instalaciones… No podía detener los destellos sin hacer estallar el laboratorio. Lo que hubiese arrasado la vida de las tres esferas. Y de seguir los destellos, los mundos terminarían ocupando el mismo tiempo y espacio. Aniquilación, el mismo resultado. Lo más que pude hacer fue una reconfiguración. Cambiar el eje en el que se movían los destellos antes de hacer colapsar el generador.- Mahapu sabía, que el tiempo y el espacio solo se diferencian por el ángulo en el que se desarrollan. Por lo que pudo prever donde terminaría el relato de Cíborg y comenzó a pensar.

-El último destello sobre cargo el sistema, pero también nos transportó a un tiempo seguro-. Mahapu salío corriendo, nadie reaccionó.- Al inicio del tiempo en las 3 esferas. En unos segundos una explosión abrazará la superficie de este planeta, de mi mundo y del mundo de los mil tiempos.-El Tege señaló la cuenta regresiva.- Pero la vida microscópica que está dando sus primeros pasos podrá sobrevivir. Salir adelante y eventualmente la historia se desarrollará de un modo equivalente. La esfera que se verá más afectada será esta, por ser el epicentro de la explosión. En las otras dos, las repercusiones serán tan pequeñas que no creo que haya cambios. Significativos. Tal vez alguien tenga un color de ojos diferente o, quizás, las alorémidas ahora tendrán siete pétalos en lugar de cuatro…
-¿Y nosotros?- dijo Arami, solo como una formalidad. Aunque todos sabían la respuesta, ninguno la dijo en voz alta.

- ¡Rápido, rápido!- Mahapu reapareció con el translocador bajo el brazo, avanzó hacia el grupo dejando caer algunos mapas y viejas notas hechas sobre finas láminas de cuero curtido. Era un torbellino de nervios, se atropellaba sus manos con gestos que quería y no quería hacer, lo mismo sucedía con sus palabras. Un espectáculo pocas veces visto.

-Sé donde podemos escondernos de la explosión ¡Donde nos conocimos!- agarró a Machuca de los hombres esbozando una franca sonrisa de alegría.- En la fosa, vamos a usar el paso de seguridad del translocador. En el instante en que la explosión recorra las tres esferas estaremos en el abismo, dentro de una fosa. Y esos son los dominios de lo infinito, de lo eterno y de la nada.- Mientras explicaba esto, continuaba ajustando los anillos metálicos del artefacto.

-Estudié y busqué esa torre por años, conozco su geometría de memoria. Conozco su tiempo, su rítmo. Su tono…- se repetía en voz alta mientras terminaba de alistar las coordenadas para el salto. No permitió quejas, ni repreguntas. En el reloj quedaban 30 segundos. La ladrona comenzó a hacer girar el translocador. 20 segundos. -Una cosa más, no abras los ojos hasta que volvamos.

El zumbido del artefacto en su trayectoria circular. La electricidad en el aire. Finalmente, el círculo plano sobre la cabeza de los viajeros. La explosión inminente. 10 segundos. Arami, El Tege, y Machuca se apiñaron bajo los anchos hombros de Mahapu. 5 segundos. Y el portal los absorbió. Una explosión blanca recorrió la piel nueva de las tres esferas. La geografía abrupta de rocas sin erosión quedó suavizada al instante. Los pocos organismos que se habían aventurado a dejar los océanos primigenios fueron barridos de la existencia. Mientras tanto, cinco metros dentro de una de las fosas del mundo de la segunda esfera, aparecían cuatro figuras espectrales. Todos con los puños y los ojos cerrados. Todos menos uno. Machuca al dejar de sentir el piso bajo sus pies, por reflejo miró el abismo.

El último destello había sucedido. Ya no existía el laboratorio, ni la montaña que lo rodeaba. Ahora todo lo que sucedió en la historia podía acontecer. En aquella tierra que estaba por nacer, cuatro fantasmas volvieron al ser. Mahapu desactivó el translocador para evitar que el salto se completase.

En la superficie de un planeta nuevo y recientemente devastado se escucharon los gritos de alegría. Abrazos y felicitaciones. La ladrona, la pelirroja y el carpincho festejaban. El muchacho envejecido estaba de pie, en blanco. Al notar esto, Mahapu agarró a su amigo, se inclinó un poco para mirarlo directamente a los ojos.

- Abriste los ojos, ¿no?... ¿¡Abriste los ojos!?- le gritó. El muchacho asintió con la cabeza. Ella lo golpeó tan fuerte como pudo en la boca del estómago. Atrapó la cabeza de su amigo entre sus manos. Le abrió la boca. Le enterró los dedos en la garganta. Un barro negro salió expulsado por la boca del muchacho. Ella se alejó. Él cayó de rodillas, manos en tierra, espalda encorvada. Vomitaba negro, espeso, fétido. Lo negro se transformó en sangre y finalmente se detuvo. Sin mirar hacia atrás dejaron aquel lugar manchado.

Los cuatro caminaron en silencio por un tiempo. Cada tanto alguien miraba extrañado a Machuca. Durante muchos años, después de ese incidente, estuvo sin hablar. Una extraña alquimia había ocurrido en él. La segunda desde que empezó esta aventura. La primera fue sobre su cuerpo, la segunda sobre su… Cada quien le pondrá un nombre diferente.

Con el tiempo, el traslocador y la maleabilidad espacio temporal que ofrecía la esfera donde Mahapu había nacido, el grupo encontró un refugio. Un valle alejado, fertil y allí se asentaron. No tenían a donde ir. Después de todo, estas esferas que se desarrollaron pasada la explosión, aunque muy parecidas, ya que los hechos, como el agua, siempre caminan por donde el contexto ofrece la menor resistencia. Estas esferas no eran su hogar. Existía la posibilidad de otro Machuca, otra Arami, otra Mahapu y otro carpincho. Nadie quería lidiar con eso.

Una tarde, en el quinto año de vivir en el valle, Mahapu vio a El Tege alejarse llevando el translocador. En la misma dirección y sobre el horizonte avisó una manada de grandes bestias. “Con semejantes animales, el desplazamiento temporal que se puede generar en un salto es enorme”, pensó. No pasaron más de tres horas, ella no se había movido, cuando vio el destello del translocador y a la figura del cíborg, haciéndose nítida el menguar la distancia entre ellos.

-¿Y?

-Fui lo más rápido que pude. Mientras él dormía.- Mahapu se llevó el puño al pecho e hizo un gesto de agradecimiento. El Tege finalmente había terminado con su tarea.

Por muchos años, Machuca no pronunció palabra. Se abocó a una sola tarea: escribir. Todo lo que había leído, todo lo que había visto o jugado, todo lo que había vivido... Y, de todo lo que escribió, estos fueron los últimos cinco relatos (de Jorge Luis Borges):

El inmortal (1947)

La eterna búsqueda de la inmortalidad y sus no siempre bien pensadas consecuencias. 

La lotería en Babilonia (1941)

Desde el simpático azar de un juego al despótico azar de la realidad.  

El Aleph ( 1949)

Borges concentrando a todo Borges en un solo cuento. 

Pierre Menard, autor del Quijote (1939)

En este cuento vemos una de las cosas favoritas de Borges: crear nuevos libros dentro de sus relatos.

La muerte y la brújula (1942)

Un policial que termina siendo mucho más que un policial.


Al haber terminado su tarea, Machuca bajó de su escritorio y fue hasta el río. Sabía que ahí encontraría a Arami. Ella, sin embargo, fue quien lo encontró y le dio la bienvenida, e hizo que metiera “las patas” en el río. Y le habló de su vida y del mundo y de las cosas que veía cuando cambiaba de forma. Y llegada la tarde ella, salió corriendo buscando algo para comer. El muchacho se quedó sentado en la ribera, mostró los dientes anchos en una sonrisa y fue corriendo a buscar más papel y un lápiz.

Etiquetas: Biblioteca del Fin del Mundo La columna de El Santa

Ver noticias por etiqueta: